La Italia, de Marco Polo, de Leonardo Da Vinci, de Galileo Galilei, de Luciano Pavarotti, de Benito Mussolini, de Silvio Berlusconi, de Andrea Bocceli, de Roberto Baggio, de Paolo Maldini, la Italia que pagó el fichaje futbolero más caro de su historia y del mundo por el portugués Cristiano Ronaldo, 122 millones de euros; sí, esa misma Italia tuvo que desconectar la respiración artificial de sus ancianos, para luego verlos morir.
Y que no pudo responder de la misma forma que lo hizo, como cuando organizó el mundial de fútbol de Italia 90; porque su sistema de salud se limitó y expiró por culpa del capital económico privado, haciendo de la salud una miserable mercancía.
Lo mismo está sucediendo con España, un país que presume de una monarquía; que se ha convertido en un adorno costoso para un país que no tiene camas para atender a sus pacientes.
La pandemia ya llegó a Norte América; pero en los 100 primeros días de gobierno, el Presidente número 45 de Estados Unidos, Donald J. Trump, ya había destruido el sistema de salud que había dejado su antecesor.
Las consecuencias ya se están sintiendo; los arrebatos de un líder que anda por el vecindario de la aldea global, ufanándose de su hegemonía o supremacía, la crisis del coronavirus ha puesto en aprietos a este multimillonario mandatario, ya que el haber minimizado esta pandemia le está pasando una factura en la economía, porque la Bolsa de Valores se ha desplomado en estas dos últimas semanas, y existe un alto riesgo de que la factura se extienda al mes de noviembre, sumándole muchas más vidas humanas perdidas.
La pandemia le quitó el antifaz al modelo económico de las naciones más poderosas del planeta; Estados Unidos y China, y en el caso de Italia y España, ambos países miembros de la OTAN, que maneja un presupuesto de casi dos mil millardos de dólares, se vieron como los más pobres del barrio, que fingían ser ricos, pero no tenían ni donde caerse muertos, la realidad ha quitado el efecto de la anestesia del capitalismo salvaje; y ha puesto sus cartas sobre la mesa.
Ha llegado la hora de replantear y de humanizar este modelo económico; y hacernos el siguiente planteamiento: O muere el capitalismo salvaje, o muere la civilización humana.
No podemos seguir viviendo en un planeta donde más del 80% de la riqueza está concentrada en el 1% de la población, es muy difícil defender con el silencio un indefendible y despiadado status que concentra la riqueza de nuestros recursos naturales y medios de producción en pocas manos, capaces de derramar sangre inocente por mantener intacto ese status.
No podemos defender este status que privatiza el agua, la salud, la educación, el viento, el sol y muchos más derechos humanos que son universales y que se han convertido en mercancías, que se encuentran solo al alcance de una minoría rapaz, voraz e insaciable, mientras las grandes mayorías invisibles solo participan en los procesos electorales, disfrazados de democracia.
Una gran realidad de todo lo que pasa a nivel mundial es que nos quieren tener controlados, a los vulnerables del planeta Tierra, porque la avaricia y la ambición y ansias de poder los tiene enfermos.
Original: The Washington Post
JAIR LENIS BETANCOURT
Exitosa Stereo 107.8 fm